sábado, septiembre 10, 2011

La muerte...


Ayer, cuando se supo que parte de los restos encontrados pertenecían al animador chileno Felipe Camiroaga, me sorprendí pero a la vez me horroricé por la gente que a pesar de que todas las evidencias apuntaban a que la tragedia había sido inmediata y fulminante, aún no podían creer que el animador estaba realmente muerto y que aún esperaban el milagro de encontrarlo con vida.
Esto me hizo preguntarme ¿porqué no podemos aceptar la muerte?. Desde que nacemos estamos seguros de una cosa, y es que ese aliento de vida que nos mueve se extinguirá tarde o temprano.
Mi padre falleció hace casi dos meses, y sin embargo su enfermedad nos permitió prepararnos a todos para lo inminente de su desaparición.
La muerte de mi padre me dejó tranquila con la sensación de una vida plena, un final, un ciclo que se cumple.
Y me dí cuenta de que si me llegara mañana el momento de despedirme estaría preparada.
La muerte es sólo parte de la vida, tal como una semilla tiene que caer a la tierra y pudrirse para poder germinar en nueva vida, así nosotros deberíamos darnos cuenta de que estamos sólo de paso y deberíamos actuar en consecuencia, en relación a las personas, animales y al mundo que nos rodea.
La muerte no es necesariamente algo negativo, la búsqueda de la eterna juventud y de alargar la expectativa de vida a límites inmortales, me parece una estupidez, (no así la búsqueda de formas de mitigar el dolor y la enfermedad), en la búsqueda de mayor tiempo de paso en la vida, nos olvidamos que por ley natural absolutamente todo lo que nos rodea se rige por ciclos, que todo tiene que llegar de acuerdo a los ciclos que le corresponden, y que todos tenemos fecha de caducidad.
Lo más importante es aprender a vivir todos los días como si fueran el último, y aprovechar el regalo de la vida que se nos ha dado para trascender.