sábado, enero 12, 2013
Verano en Santiago
La sombra que entregan los edificios es seca… la sombra que entregan los árboles es húmeda y refrescante pienso, mientras camino bajo un sol abrasador y 35 grados de calor en un Santiago que se derrite lentamente. Extraño los árboles de esa ciudad lejana, me hacen falta en este lugar, que es sólo concreto, ruido de sirenas y gente enloquecida que parece hablar sola.
No puedo dejar de sentir compasión mientras observo a esa jadeante perrita vagabunda que se aproxima a mis piernas para que la acompañe a cruzar esa avenida repleta de autos y gente alterada por el calor.
Me veo hace un año, en esta ciudad que ya ha completado su tarea destructora, y se dibuja una pequeña mueca en mi rostro, al pensar en lo ilusa que fui al regresar.
Dicen que no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos, y está es la peor manera de darse cuenta, que a veces, sólo a veces,
la mayoría tiene razón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)