sábado, septiembre 01, 2018

San Francisco y Santa Clara ... ¿llamas gemelas?

San Francisco y Santa Clara, unían tres grandes pasiones, por Cristo pobre y crucificado, por los pobres, especialmente los leprosos, y del uno por el otro.
El amor por Cristo y por los pobres no disminuía en nada el amor profundo que los unía,
Mostrando que entre las personas que se consagran a Dios y al servicio de los otros puede
Existir verdadero amor y relaciones de gran ternura. Hay entre Francisco y Clara algo misterioso que conjuga fascinación y transfiguración.
Los relatos que se conservan de la época hablan de los encuentros frecuentes entre ellos.
Sin embargo, “regulaban tales encuentros de manera que aquella divina atracción mutua pudiese pasar desapercibida a los ojos de la gente, evitando rumores públicos”.

Lógicamente, en una pequeñísima ciudad como Asís, todos sabían todo de todos. Así, también del amor entre Clara y Francisco. Una leyenda antigua se refiere a esto con tiernísimo candor: “En cierta ocasión, Francisco había oído alusiones inconvenientes. Fue a Clara y le dijo: ¿ Has oído hermana, lo que el pueblo dice de nosotros? Clara no respondió. Sentía que su corazón se iba a parar y que si decía una sola palabra más, lloraría. Es tiempo de separarnos, dijo Francisco. Ve tú delante y antes de que caiga la noche habrás llegado al convento. Yo iré solo y te acompañaré de lejos, según me conduzca el Señor. Clara cayó de rodillas en medio del camino, poco después se repuso, se levantó y siguió caminando sin mirar atrás. El camino atravesaba un bosque . De repente ella se sintió sin fuerzas, sin consuelo y sin esperanza, sin una palabra de despedida antes de separarse de Francisco. Y Aguardó un poco. Padre, le dijo, ¿ cuando nos veremos de nuevo? Cuando llegue el verano, cuando vuelvan a florecer las rosas, respondió Francisco. Y entonces, en aquel momento, sucedió algo maravilloso: parecía que hubiera llegado el verano y miles y miles de flores irrumpían sobre los campos cubiertos de nieve. Tras el asombro inicial, Clara se apresuró a coger un ramillete de rosas y lo puso en las manos de Francisco. A partir de ese momento, nunca más se separaron.”

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