sábado, diciembre 29, 2018

En camino...

Estas palabras reflejan exactas como estoy yo, el camino que hoy comienzo a día de hoy, tienen tanto, tanto sentido, hermoso que vuelva a ellas a tan corto tiempo de iniciar un nuevo Año, de este casi medio siglo de vida, que se viene renovador, desafiante,  lleno de energías positivas y de descubrimientos interiores, y donde espero acercarme un paso más a la Sabiduría y la Conciencia.

“Inmóvil, permanecía allí, parado y por un instante, apenas el lapso de una aspiración, sintió frio en el corazón; se percató  de hasta a qué punto se hallaba solo y sintió que algo, semejante a un pequeño animal, pájaro o liebre, se helaba en su pecho. Durante años careció de hogar y ni siquiera reparó en ello. Ahora sí. Inclusive en los momentos de más profunda abstracción había sido el hijo de su padre, un intelectual, un hombre respetado. Ahora era únicamente un Ser despierto, nada más.
Aspiró aire con todas sus fuerzas y durante un momento tiritó. Su soledad era absoluta. No existía un solo noble que no tuviese relaciones con otro noble, ni un obrero que no conociese a otros obreros, a quienes pudiese recurrir, cuya existencia compartir, no existía un solo monje, que como tal, no contase entre los monjes y no viviese con ellos, ni un asceta que no encontrara refugio junto a los ermitaños. Su amigo se había hecho monje y otros monjes de hábito, creencias y lenguas idénticos eran sus hermanos. Mas él, ¿a quién, a qué pertenecía? ¿Qué vida compartiría? ¿Qué lengua hablaría?
En ese instante le pareció que el mundo se hundía en la nada.Más al sentirse perdido como una estrella en el cielo, al sentir que su corazón se helaba y su coraje flaqueaba,se endureció, se irguió más fuerte, mas que nunca en posesión de su yo. Había comprendido que esta última experiencia suya era el postrer estremecimiento del despertar, el último espasmo del nacer. Volvió entonces a ponerse en marcha, rápidamente, con la impaciencia de un hombre urgido en llegar, ¿donde? No lo sabía; pero no era a su hogar, ni al de su padre.

Bien, todas estas cosas perecederas han vuelto a desprenderse de mí, heme aquí, bajo el sol, solo, como cuando pequeño: no tengo nada, no sé nada, de nada soy capaz, puesto que nada he aprendido. ¡Singular condición la mía! Ya no soy joven, mis cabellos están grises y mis fuerzas menguan. Empero, debo recomenzar, como si fuera un niño. Este pensamiento le hizo sonreír. En verdad su destino era extraño. En lugar de avanzar había retrocedido sobre sus pasos, y una vez más se encontraba sólo en el mundo, las manos vacías y sin nada. No experimentaba, sin embargo, pesar alguno; al contrario, más bien se sentía movido a reir de su situación, a reirse de sí mismo y del mundo entero, tan grotesco y tan loco.

¡Pero qué camino el mío! Cuando pienso que he debido cruzar por tamañas tonterías, por tantos vicios, errores, ascos, desilusiones y miserias para sólo volver a ser un niño que ha de comenzar de nuevo. Sin embargo, ha sido por mi bien; mi corazón me lo grita, y también la alegría que brilla en mis pupilas. Me fue necesario vivir en la desesperación, envilecerme hasta el más cobarde de los pensamientos, el suicidio, para lograr mi perdón y escuchar el Om, para gustar el dormir verdadero y su despertar. Hube de pasar por la locura a fin de llegar hasta Dios. Debí sucumbir al pecado para renacer a la vida.¡ Adonde me llevará esta senda! Sea como fuere, la seguiré. ¡Oh! Cuánto de bueno hay en mi vida, cuanto de maravilloso en mi nueva libertad. Desde niño, sé que los placeres del mundo y las riquezas no valen gran cosa, pero sólo hoy lo comprendo.

Tu maestro vale más que sus palabras, su manera de vivir y de obrar tiene más peso que sus discursos, un sólo ademán suyo tiene mayor trascendencia que sus opiniones. No es en los discursos ni en el pensamiento que reside su grandeza, sino en sus actos, en su vida.

Aquel que en verdad busca y en quien se ha hecho carne el deseo de encontrar, no debería adoptar doctrina alguna. Al contrario, el que encuentra puede admitirlas todas. Nada lo separaba ya de las mil otras doctrinas nacidas de lo Eterno, todas impregnadas de divinidad.

La sabiduría no se transmite. La ciencia que el sabio intenta comunicar suena siempre a locura. Puede comunicarse el saber, pero no la sabiduría. Cabe encontrarla, vivirla, hacer de ella un sendero, pero en punto a decirla y a enseñarla, ¡no, esto no se puede!

Al buscar, ocurre fácilmente que nuestros ojos sólo ven el objeto que perseguimos.Por ello, porque todo lo demás es inaccesible a nuestros ojos, porque sólo pensamos en aquella meta que nos hemos fijado, esta nos posee por entero y nos hace imposible el encontrar. Quien dice buscar, significa un fin. Pero encontrar es ser libre, estar abierto a todo, no tener fin determinado alguno. Tú venerable, sin duda buscas en verdad, pero la meta que tienes ante tus ojos y tratas de alcanzar te impide justamente ver lo que muy próximo a ti se halla.

Nada de esto era nuevo, pero jamás lo vio; su pensamiento lo alejó para siempre. Ahora, próximo a estas cosas, sentíase parte de ellas. La luz y las sombras habían encontrado el camino de sus ojos, la lina y las estrellas de su alma. El verdadero tesoro y el secreto del Poder del Maestro, no eran su doctrina misma, sino que ese algo inexpresable que ninguna ciencia enseñaba y que el Sublime viviera en la hora de su Iluminación. Y era justamente para vivirlo también él  que partió. Desde mucho tiempo atrás sabía que su yo y Dios eran uno solo, de la misma esencia.  Más nunca pudo él encontrar realmente ese yo, porque siempre había intentado aprisionarlo entre las mallas del pensamiento. Era evidente que el cuerpo, juguete de los sentidos, no era el yo, y que tampoco lo era el pensamiento, ni la razón, ni los conocimientos adquiridos, ni el arte aprendido de inferir conclusiones o de forjar nuevos con los antiguos. ¡ No, este mundo del espíritu también pertenecía al “más acá”, y destruir el yo accidental de los sentidos a nada conducía si, en cambio, se lo continuaba nutriendo con pensamientos y saber! Los pensamientos y los sentidos ciertamente eran cosas buenas, se los debía escuchar, sin hacerles excesivo caso o demasiado poco, y a través de ellos sorprender la secreta voz interior. Someterse así, no a una orden exterior, sino sólo a una voz, estar listo, he aquí lo que importaba. Todo lo demás carecía de significado.

Una buena estrella te escolta - expresó al despedirse; todas las puertas se abren ante ti, unas después de otras. ¿ Cómo explicarlo? ¿ Posees algún hechizo?
Contestó: Te decía ayer que sabía reflexionar, esperar y ayunar, aunque a tu opinión ello no sevía para nada. Verás que en verdad es sumamente útil, y comprenderás que allá en sus selvas, los ermitaños aprenden multitud de cosas que vosotros aquí ignoraís totalmente.

-¿Qué sería de ti si yo no te ayudara?
Querida. Yo di el primer paso. Era mi intención que la más hermosa de las mujeres me iniciara en el amor. A partir del momento en que tomé esta determinación, sabía que la cumpliría. Sabía que tú me ayudarías: lo sabía desde tu primera mirada.
-¿ Y si yo no hubiera querido?
Pero lo has querido. Escucha. Si arrojas una piedra en el agua, baja hasta el fondo por el camino más corto. Igual ocurre cuando me propongo alcanzar una meta. No me muevo: espero, reflexiono, ayuno; pero pasa a través de las cosas del mundo como la piedra desciende por el agua, sin hacer nada, sin moverse. Su meta lo atrae y no tiene más que dejarse ir; nada susceptible de distraerlo toca su alma. Quien sabe reflexionar, esperar y ayunar logra su objetivo. Y a cada uno le es dado hacer estas tres cosas.

En efecto, jamás le fue posible a su corazón fundirse con el del ser amado, darse hasta el pleno olvido de sí mismo, hasta cometer locuras de amor, en esta incapacidad suya residía, creía él entonces, la gran diferencia que lo separaba del común de los mortales. Se había trocado en un hombre como los demás, ahora sufría por otro, se apegaba a él, su amor lo perdía e impelía a la locura. Una vez en su vida, aunque tardíamente, vivía aquella pasión, la más fuerte y extraña, dolorido, llegaba a inspirar piedad, y sin embargo era feliz. Percatábase de que este amor obcecado constituía una pasión, más al mismo tiempo vislumbraba el valor y la necesidad que entrañaba. Emanación de su propio ser, representaba por tanto un placer, un dolor que debía aún sobrellevar, una locura que cometer.

Pero la herida del alma continuaba sangrando. En su corazón guardaba el dolor que lo roía, alimentándolo. Abandonándose allí a todas las locuras del amor. La llama no se extinguía por sí misma.
Mientras los pensamientos se iban alejando de él y de su herida, menos se asombraba y mejor comprendía que cuanto sucedía era natural y en el orden de las cosas. Su herida florecía ahora, su dolor irradiaba; en su yo habíase fundido con la unidad, con el todo. Desde ese instante, cesó de luchar contra el destino; cesó de sufrir. Su semblante decía la serenidad del saber al que ninguna voluntad perturba, del saber que sabe de la perfección y que se aviene con el río de los destinos, con el río de la vida, que hace suyas las penas y las alegrías del universo, que se abandona entero a la corriente, que es parte de la unidad, del todo.

Aunque estuviera ya cerca de la perfección y el recuerdo de su último dolor le torturaba todavía, consideraba a estos hombres sencillos como sus hermanos, habíasele esclarecido el sentido de todas estas necesidades pueriles y todas estas aspiraciones ingenuas e irrazonables, pero tan poderosas en la vida, no aparecían más a sus ojos como cosas despreciables. Por ellas los hombres cumplían lo imposible, realizaban largos y duros viajes, soportaban sufrimientos infinitos, resistían todo; y esto hacía que él los amase. En cada una de sus pasiones y actos descubría la vida, lo animado, lo indestructible. El sabio, el pensador, únicamente les era superior en una cosa muy pequeña, muy pequeña: su conciencia de la unidad de lo viviente. Poco a poco desarrollábase y maduraba en él, la cabal noción de la sabiduría verdadera, objetivo de sus largas búsquedas. Predisposición del alma, capacidad o arte misterioso de identificarse a cada instante de la vida con la idea de la unidad, en ello residía el saber supremo. ¡Sentir la unidad en todas partes! ¡Respirarla!

-Dime, ¿también a ti te inició el río en el misterio de la inexistencia del tiempo?, con ello quieres significar que el río está simultáneamente por doquier: en su fuente y en su desembocadura, en la catarata, en el arroyo y en el rápido, en el mar y en la montaña; en todas partes al mismo tiempo y que no hay en él la menor partícula de pasado o la más breve de tiempo venidero, sino solamente el presente. Cuando lo supe, arrojé una mirada sobre mi vida, y ella también se me apareció como un río, y ví que nada real, sino únicamente sombras, separaban al niño, del hombre, del anciano. Nada ha sido, nada será; todo es, todo vive y pertenece al presente. ¡Oh sí! Comprendo ahora que el sufrir, las zozobras y todo aquello del mundo que nos es hostil y agobiante únicamente existe en el tiempo; y que todo ello desaparece y se supera una vez vencido éste, desde el momento en que mediante el pensamiento hacemos abstracción de él.

El sentimiento del presente y de la simultaneidad de los tiempos, el sentimiento de la eternidad se hizo en su alma. Y entonces sintió, hondo, más hondo que jamás, la indestructibilidad de cada vida, la eternidad de cada instante.

No respondió, no estoy ni jamás he estado en la indigencia. En efecto, carezco de todo, si con ello entiendes que no poseo nada. Pero es por mi voluntad; por lo tanto no estoy en la indigencia.
-¿ De qué te sirve? ¿ El ayuno por ejemplo? Para muchas cosas. Si un hombre carece de comida, ¿qué mejor que ayunar? Sabiendo ayunar, puedo esperar tranquilamente: no conozco la impaciencia ni la necesidad. Aunque el hambre me acose duramente. He aquí para que sirve el ayuno.

Y recuerda amigo mío, que el mundo que vemos se transforma incesantemente: nuestros vestidos, nuestro peinado, nuestros cabellos e inclusive nuestro cuerpo cambian.
Hay personas que con harta frecuencia se ven obligadas a cambiar de condición, a llevar toda suerte de vestidos.Yo soy de ellas, querido mío.

Lo contrario de cada verdad es tan verdadero como la verdad misma. Te lo explicaré: una verdad, cuando es unilateral, sólo puede expresarse con palabras que la encubren. Y unilateral es todo lo que puede pensarse y traducirse en palabras; sólo es mitad o parte, carece de totalidad, de unidad. Cuando el Maestro hablaba al mundo de su enseñanza, veíase obligado a dividirlo en errores y verdades, en sufrimiento y liberación.Pero en el mundo en sí mismo, lo que existe en nosotros y afuera, jamás es unilateral. Nunca un ser humano o una acción es plenamente bien o mal, así como tampoco un hombre nunca es cabalmente un Santo o un pecador. Harto fácilmente nos equivocamos, pues por naturaleza propendemos a creer que el tiempo es una cosa real.¡El tiempo no es una realidad, muchas y muchas veces lo he sentido! Y si el tiempo no existe, el instante que parece mediar entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la felicidad, entre el bien y el mal, no es más que una ilusión. El mundo, no es una cosa imperfecta o en vías de lento perfeccionamiento. ¡no, es perfecto en cualquier momento! El pecado entraña su perdón, dentro del niño alienta el anciano, cada recién nacido lleva en sí la muerte, cada mortal la vida eterna. Por la meditación profunda puede el hombre evadirse del tiempo, considerar como simultáneo todo lo que ha sido, lo que es y lo que será en el futuro, y como todo es perfecto, Todo es. Y por ello digo que lo que es, está bien; y todo me es igual: la muerte o la vida, el pecado o la santidad, la prudencia o la locura. Todo debe ser así; únicamente me cabe aceptarlo, quererlo, comprenderlo con amor. Sólo después de vivir en la más vergonzosa de las desesperaciones pude frenar mis afanes y mis pasiones; tremendo dolor costóme amar el mundo verdadero, no confundirlo con aquel mundo imaginado deseado por mí ni con el género de perfección que mi espíritu se representaba. Aprendí a tomarlo tal cual es, a amarlo y a ser parte de él.

Con el tiempo esta piedra será tierra, y de esta tierra nacerá una planta, un animal o un ser humano. Hoy diré: esta piedra es una piedra, es también Dios; no porque un día pueda trocarse en esto o aquello la venero y la amo, sino porque todo lo es ya, desde hace mucho tiempo, desde siempre y la amo precisamente porque es piedra, y porque como piedra se presenta hoy ante mí, cada una tiene su peculiaridad y dice el OM a su manera, cada una es todo siendo a la par una piedra: y justamente por ello me gustan y me parecen maravillosas y dignas de ser adoradas. reside aquí una enseñanza, y es que el amor, debe dominarlo todo. Analizar el mundo, explicarlo, despreciarlo, tal vez sea la labor de los grandes pensadores, más para mí solo vale el ser capaz de amarlo sin desprecio, el no odiarlo a él y a mi mismo al mismo tiempo, el unir en mí amor, en mi admiración y en mi respeto, a todos los seres de la tierra, sin excluirme."

Fragmentos de Siddartha de Herman Hesse

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