viernes, diciembre 29, 2006

Tagore....

De "El jardinero"....

Bellísimos poemas de amor. Me identifican demasiado en este momento.





33

Te amo. Perdóname mi amor. Me apresaste como a un pájaro extraviado.

Mi corazón se estremeció tanto que cayó su velo.

Cúbrelo de piedad, amada, y perdóname mi amor.

Si no puedes amarme, perdóname mi dolor.

No me mires de lejos, con desprecio. Me acurrucaré en mi rincón y no me moveré en toda la noche. Taparé mi vergüenza con mis manos.

No me mires, amada, y perdóname mi dolor.

Si me amas, perdóname mi alegría.

Si mi corazón se precipita en un torrente de felicidad, no te rías de mi peligroso abandono.

Cuando sentada en mi trono te gobierne con la tiranía de mi amor; cuando te conceda mis favores como una diosa, disculpa mi orgullo, y perdóname mi alegría.

34
Amor, no te vayas sin despedirte de mí.

He velado toda la noche, y ahora el sueño pesa sobre mis ojos.

Si duermo, temo perderte.

Amor, no te vayas sin despedirte de mí.

Me sobresalto y tiendo mis manos para tocarte.

Me pregunto: ¿Es un sueño?

¡Si pudiera enredar tus pies con mi corazón y estrecharlos contra mi seno! Amor, no te vayas sin despedirte de mí.

35
Temes que te conozca muy pronto, por ello juegas conmigo.

Me deslumbras con tus risas para esconder tus lágrimas.

Conozco tus argucias.

Nunca dices la palabra que querrías decir.

Temes que no te estime, por ello me huyes de mil maneras.

Temes que te confunda con la multitud, por ello te apartas.

Conozco tus argucias.

Nunca vas por donde querrías ir.

Pides más que los otros, porque eres callada.

Con juguetona despreocupación evitas mis regalos.

Conozco tus argucias.

Nunca aceptas lo que querrías aceptar.

36
Murmuró: ‘Amor mío, mírame en los ojos’.

Refunfuñé y le dije: ‘Vete’. Pero no se movió.

Seguía junto a mí y me cogió las manos en las suyas. Le dije: ‘Déjame’. Pero no se fue.

Acercó su rostro al mío. La miré y le dije: ‘¿No te da vergüenza?’ Pero no se movió.

Sus labios rozaron mi mejilla.

Me estremecí y le dije: ‘Eres demasiado atrevida’. Pero no se avergonzó.

Me puso una flor en el pelo. Le dije: ‘Es inútil’. Pero no le importó.

Me cogió la guirnalda del cuello y se fue. Estoy llorando y le pregunto a mi corazón: ‘¿Por qué no vuelve?’


37
¿Quieres colocar en mi cuello tu lozana guirnalda, hermosa mía?

Sea, pero has de saber que la única guirnalda que he tejido es para aquellas que aparecen en los rayos de luz, para las que habitan en países desconocidos y viven en las canciones de los poetas.

Es ya muy tarde para pedirme mi corazón a cambio del tuyo.

Hubo un tiempo en que todo el perfume de mi vida estaba concentrado como en el capullo de una flor.

Ahora se ha esparcido a lo lejos en alas de los vientos.

¿Quién sabría el conjuro capaz de recogerlo y encerrarlo de nuevo?

Mi corazón no es mío, y por ello no puedo ya darlo a una sola, pertenece a muchas.

40
Una sonrisa incrédula revolotea en tus ojos cuando vengo a decirte adiós.

Me he despedido tantas veces que estás segura de que pronto volveré.

Debo confesarlo, también yo lo creo.

Porque los días de la primavera vuelven año tras año; la luna nos abandona para visitarnos de nuevo; las flores renacen en las ramas. Es probable que también mi adiós sea solamente un hasta pronto.

Pero conserva un instante la ilusión. No la apartes con tan violenta rapidez.

Cuando te digo que me voy para siempre cree en mis palabras, y que una neblina de lágrimas vele un instante la oscura profundidad de tus ojos.

Luego, cuando vuelva, sonríe maliciosamente cuanto quieras.

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