sábado, septiembre 23, 2006

Miriam Reyes......



He descubierto a esta interesante poeta.

"Miriam Reyes fue finalista del Premio Hiperión con su libro "Bella durmiente". Se trata de un poemario muy bonito, de enorme fuerza, casi de catarsis personal, que se inicia con su propio nacimiento, en Orense, en una madrugada del 29 de diciembre de 1974. A partir de ahí, nos zambullimos en una especie de autobiografía lírica, que nos lleva a Caracas, donde vivió algunos años, y nos lleva por un mundo de sensualidad desarbolada, de sensaciones y de una autoironía explícita. "Bella durmiente" mejora y ahonda en muchas de sus constantes a su anterior poemario, "Espejo negro" (DVD, 2001). Conserva parejo desgarro en distintos instantes, una mirada un tanto perturbadora y adquiere otra delicadeza, nada complaciente ni fácil, en esa exploración de su propio cuerpo, en los latidos del sentir.

El nivel de sugerencia y de misterio es constante. Por ejemplo dice, en un poema:

A lo mejor era tu cuerpo
lo que me unía a ti
y no algo más abstracto.

A lo mejor imaginé todo lo demás.

O éste:

Yo que soy tierra
como tierra tiemblo bajo tu pecho
te como te escupo me
trago tus huesos.
Tiene que ser así,
fuera de mí eres un extraño
duermas los años que duermas a mi lado.

Esa furia de amor y desamor, reaparece constantemente:

Si me lo pides me pongo en cuatro patas
en dos, en una
meneo la cola
doy vueltas
me hago la muerta
salto por una galleta
le lamo los pies.

Y es que me muero de gusto cuando me rasca panza arriba.

Soy la perra más perra
que jamás nadie haya abandonado.

Su poemas, intensos y cálidos, nos hacen recordar a menudo los mundos heridos de Frida Kahlo o Diane Arbus, la gran fotógrafa norteamericana.


TE TENGO TODO MARCADO

como un yacimiento arqueológico.

No es extraer los restos de ti lo que persigo

–ruinas de una ciudad tallada en la arenisca–

lo que quiero es penetrarte

–taladrar la piedra de tu cuerpo–

y este sexo cóncavo de mujer

se vuelve inútil para mi deseo.

Cavo en tu ombligo

para entrar por el flujo de tu sangre.

Vacío mi espíritu como aire en tu boca

y con ojos acuosos te veo respirarme.

Ya se que no necesito de piel para tocarte

no es eso

yo quiero hacerme una cueva en tu cuerpo.

Flexiono tus rodillas bajo mis axilas

como los brazos de un taladro.

–Las aceras que rompo

son las de tu calle–.

Con mis pestañas barro

el polvo que levanto de tu frente

y no me detengo hasta que soy tú

y tu sexo es el mío hasta que soy yo

quien está dentro.


No tengo casa a la que volver

ni esperanza de la que colgarme

por eso camino.

Las casas se derrumban a mi paso

la tierra es una alfombra de escombros.

Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas

los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.

De noche las contemplo:

los perfiles inmóviles de las palas

descansando sobre el cielo azul cobalto

al lado de la luna de luz nacarada

son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan

y las excavadoras

con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía

de tierra y escombros

parecen enormes animales muertos.

Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.

Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa

a no decir nunca esta casa es mía

aquí me quedo yo

en este lugar que amo.

Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber

que la casa ya no existe más.

En ninguna parte sin hablar con nadie estoy

pero si nos cruzamos

puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.


Eventualmente paso días enteros sangrando

(por negarme a ser madre).

El vientre vacío sangra

exagerado e implacable como una mujer enamorada.

Si los hijos no salieran nunca

del cuerpo de sus madres

juro que tendría uno ahora mismo

para sentirlo crecer dentro de mí

hasta poseerme como en una sesión espiritista

o como si mi bebé y yo

fuéramos muñecas rusas

una llena de la otra

mamá llena de bebé.

También tendría un hijo

si ellos siempre fueran bebés

y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad

para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra.

Pero ellos llegan a ser

tan viejos como uno.

No alimentaré a nadie con mi cuerpo

para que viva este suicidio en-cuotas que vivo yo.

Por eso sangro y tengo cólicos

y me aprieto este vientre vacío

y trago pastillas hasta dormirme y olvidar

que me desangro en mi negación.


Mi padre enfermo de sueños

en el asfalto incandescente de cien mil mediodías caminados

bajo el sol en vertical

perdió sus pies

y apoyado en sus rodillas sigue buscando

el camino de vuelta a casa.

Mi padre sueña,

rendido por el cansancio,

que vuelve a su tierra y planta sus piernas y le crecen pies jóvenes

y la savia de su tierra negra le alivia el dolor de las arrugas

y resucita sus cabellos muertos.

Luego despierta en un piso alquilado a la ciudad de los huracanes de la miseria

y blasfema y maldice y no tiene amigos.

Escondido en la noche

papá llora por las certezas que lo defraudaron.

Del otro lado de su piel

mamá llora por mamá

mamá llora por su casa que ya no habita

y por paz y reposo y risa.

Papá y mamá lloran

cada uno a espaldas del otro en la cama

en el más crudo estruendoso hermoso silencio

que modula en frecuencias infrahumanas

sonidos que se articulan como palabras:

"si aquí no estan mis sueños

cómo puedo dormir aquí".

Y que sólo yo escucho

con la cabeza enterrada en la almohada.

Concebida de la nostalgia

nací con lágrimas en el sexo con tierra en los ojos con sangre en la cabeza.

No soy lo que soñaron

como tampoco lo son sus vidas.


Por un lado

la vida que pasa

como un batallón de bárbaros quemando aldeas

y te deja

con ese olor a desolación en los ojos.

Por el otro

cuentas las monedas como cuentas de rosario

para llegar a fin de mes bajo techo.

Este oficio no es más sencillo con la práctica.

No hay comentarios.: